- Temor a que no me respetaran. Como podrás imaginar, hay hombres en la congregación que podrían ser mis padres en cuanto a edad. Sentía mucho temor que ellos me vieran como un hijo suyo y no a alguien a quien seguir. Me anima saber que era algo con lo que Timoteo también luchaba. Y me anima aún más el consejo que le da Pablo, ninguno tenga en poco tu juventud… (1ª Tim 4:12). ¿Cómo hago que los hombres de mi iglesia no me tengan en poco? Pablo me dice que debo ser ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Una de las cosas que más me han ayudado con este temor es predicar la Palabra de Dios. Un pastor amigo me dio un sabio consejo cuando comencé en el pastorado, él me dijo predica, predica todas las enseñanzas posibles en la iglesia, predica y pasa tiempo con ellos. ¡Y así lo hice! Cada semana enseño en tres cultos, más la escuela dominical de adultos. Además, cada semana, procuro estar en contacto con algunos hombres de la iglesia, ya sea llamada telefónica, WhatsApp, o algún mensaje por Facebook, simplemente para saber cómo están o alguna pregunta en especifica. Eso ayuda a que ellos me vean cercano, y poder ganar la confianza de ellos.
- Temor a que el orgullo me destruya. Otro gran temor que tuve al comienzo fue este. Ahora ya no sería un joven más de la iglesia, sino que ahora la gente me trataría inconscientemente de forma diferente. Quizás ya no me llamarían por mi nombre, sino que me dirían pastor Jorge. Además, sería más habitual ahora que la gente -con buenas intenciones- pueda felicitarme por alguna predicación que yo haya dado. Quizás son cosas básicas, pero uno más uno va sumando y pueden crear con el pasar el tiempo un corazón orgulloso. Algo que Jesús les dijo a sus discípulos que aprendieran de él me ha ayudado muchísimo con este temor. Jesús les dijo aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mateo 11:29). Dos características que me deben mantener fuera del orgullo.
- Temor a no cumplir con las expectativas. Un último temor que me gustaría compartirles es este. Probablemente muchas personas se hacen buenas o malas expectativas cuando ven a un joven servir en la iglesia. Algunos pueden pensar no, él nunca llegará a ser como tal pastor que conozco y otros sí, es el mejor pastor que nos puede haber tocado. Fuera cual fuera el pensamiento yo no venía a tapar bocas ni venía a agradar a las personas que pensaron bien de mí. Para combatir este temor comprendí que yo fui llamado por Dios para hacer su obra y es a él quien debo darle toda la gloria. De él quiero oír Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:21).
Bendiciones