¿Pastor o Policía?
Quizá te suene raro el título o directamente no le encuentres sentido, pero al final de leerlo creo que le encontrarás sentido. La idea “¿Pastor o Policía?” viene del fracaso en mi propia vida y espero que la verdad escrita en pueda ser de ayuda para mis hermanos colaboradores en el ministerio. Cuando empezamos nuestra primera iglesia, pensé que tenía que ayudar a la gente a que viva para Dios. Llegué al punto de pensar que era mi responsabilidad saber cada detalle de la vida de la gente. Para mi vergüenza, me metí demasiado en la vida privada de muchas personas pensando que tenía que ayudarles a vivir para Dios en su vida privada. Aun cuando es bíblico que una persona viva para Dios tanto en el aspecto privado como el público, también entiendo que la decisión está entre Dios y la persona. Por más que predique o enseñe la Biblia, si una persona no quiere hacer lo correcto… no lo va a hacer.
Recuerdo una situación en que estaba hablando con dos personas de la iglesia y en medio de mi consejo, una de las personas me dijo “no te metas en nuestras vidas”. No me acuerdo cada palabra de la conversación, pero cuando me dijo esto, sentí como si un camión se me hubiera venido encima. Quería ayudar, quería lo mejor para sus vidas, quería que vivan en santidad para Dios,… pero esos eran mis deseos y no sus deseos. Fue así que a causa de esta y otras situaciones similares encontré una gran verdad. Yo, como pastor y obrero de Dios, tenía y tengo la responsabilidad de amarles y guiarles, pero no de manejar sus vidas. Soy pastor, no policía. Iº Pedro 5:2 y 3 nos enseña a apacentar la grey de Dios, cuidando de ella, pero nos dice cómo hacerlo: “no por fuerza, sino voluntariamente… sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” En pocas palabras, creo que es mi responsabilidad cuidar, guiar, amar, enseñar y predicarles, pero no forzándoles, sino mostrándoles mediante mí ejemplo. Por supuesto, creo, que vendrá el momento de corregir o reprender, pero siempre debe ser con amor. El hecho es que puedo enseñar a la gente, pero no puedo vivir sus vidas.
Me duele ver que muchos seguirán en sus pecados o caminos equivocados, pero como obrero de Dios es mi responsabilidad avisar y advertirles, no forzarles a que cambien. Para muchos, suena normal, pero esta verdad me costó y me cuesta mucho. Puesto que muchos no leen la Biblia diariamente o no buscan caminar con Dios, no saben que su desobediencia a los mandatos de Dios les traerá graves consecuencias, pero, aun así, como pastor tengo que avisarles, no buscar vivir sus vidas. No soy un policía espiritual, soy un siervo de Dios avisándoles que si no arreglan sus vidas, sufrirán las consecuencias más adelante. El entender la verdad de ser pastor y no policía, me ayudó en muchos aspectos en mi propia vida:
1 Vivir con Dios es una decisión individual
Cada uno se parará delante de Dios y dará a Dios cuenta de sí Romanos 14:12 Si uno cambia por mi persona, su decisión no será firme. Es mejor que yo predique y que Dios cambie sus vidas.
2 Debo ser de ejemplo
Iº Pedro 5:2 dice, “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. Creo que este verso es un indicación para el obrero de Dios, que para la gente de la iglesia: “no les mandes, más bien muéstrales por el ejemplo en tu vida”. Hebreos 13:7 manda a que la gente imite la fe del pastor porque vieron el resultado de su conducta. Si no puedo ser de ejemplo en mi vida, matrimonio y familia, no tengo derecho a predicarlo… y mucho menos intentar ser policía y decirles que cambien sus propias vidas. La gente quiere ver acciones, no palabras. Que Dios nos ayude a ser Obreros de Dios que le amen a Él y a Su pueblo como corresponde. Y en vez de querer manejar sus vidas, seamos ejemplos de servicio a Dios, de tal manera que ellos quieran seguir nuestro ejemplo.
¿Dije Yo Esto?
Hace tiempo leí en un libro (no me acuerdo donde) que decía algo que me impactó: “Lo importante no es lo que dices sino lo que entienden de lo que dices”. ¡Qué golpe! me dio este dicho. Qué verdad que es para la vida del obrero. En varias oportunidades me he avergonzado por la interpretación que la gente ha sacado de mi prédica, enseñanza o charla. Aunque me he enojado diciendo, “yo no dije esto”, y aun cuando estaría bueno poder echarle la culpa al hecho de que no hablo bien el idioma, sin embargo, la verdad es que no es buena excusa. Tal vez dije algo o no dije algo, pero es más importante lo que la gente entiende en lugar de lo que yo dije. Todos hemos escuchado a los políticos decir “lo que dije era…”, pero sabemos que la manera en que lo dijo hablaba más fuerte que las palabras que usó. Quisiera compartir algunas actitudes que el obrero de Dios debe tener cuando alguien interprete en forma diferente lo que el obrero dijo o quiso decir:
1 Humildad
Cuando alguien me dice que yo dije algo que realmente no dije, muchas veces mi carne salta y me molesto, respondiendo mal. ¿Cómo me pueden acusar si yo sé lo que salió de mi boca? Pero el orgullo o la justificación no es la respuesta correcta. Debo tomarlo con calma, revisar y responder con humildad. Puede ser que me haya equivocado o que no me expresé bien, entonces con humildad debo responder.
2 Pedir perdón
No siempre es fácil admitir que nos equivocamos, pero si realmente no lo dijimos correctamente entonces debemos pedir perdón. La falta de pedir perdón lastima a muchos matrimonios, amistades y aun muchos ministerios. Solo porque soy obrero de Dios no quiere decir que tengo que tener la razón. Hace bien a mi alma el pedir perdón.
3 Aprender de la situación
Cuando alguien interpreta mal lo que dije, haya o no sido mi culpa, hay mucho de lo que puedo aprender. ¿Puede ser que el lenguaje de mi cuerpo expresaba otra cosa? ¿Puede ser el tono de mi voz el que no estuvo bien? ¿Puede ser que no hablé con amor? Sea lo que sea, si presto atención y escucho, puedo aprender de la situación. Personalmente he tenido varios “malentendidos” cuando hablo por e-mail, mensaje de texto o carta porque tal vez la otra persona pone el énfasis en el sitio incorrecto, no ve las expresiones de mi cara, etc. Siempre es mejor hablar en persona si es posible. El obrero de Dios debe siempre estar aprendiendo… aunque se trate de un “malentendido”.
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