¿POR QUÉ LUCHO CON LA “SEPARACIÓN” BÍBLICA SUBJETIVA?

by | Oct 10, 2017 | Ministerio | 0 comments

¿POR QUÉ LUCHO CON LA “SEPARACIÓN” BÍBLICA SUBJETIVA?

by | Oct 10, 2017 | Ministerio | 0 comments

¿Qué es la separación subjetiva y qué es la separación bíblica? Creo en una y rechazo la otra. Vamos a analizarlas. La separación bíblica es discerniente y enfatiza lo que la Biblia dice claramente. La separación subjetiva no tiene discernimiento y crea problemas donde la Biblia guarda silencio o donde Dios da espacio para la consciencia.

En esta publicación voy a asumir que cree que los cristianos son llamados a crecer en la santidad práctica (abandonando el pecado); y que los cristianos son llamados a proteger la doctrina pura de la Palabra de Dios (Véase la nota 1 en el epílogo.)

Pero, ¿cómo deberíamos manejar los asuntos de consciencia y las áreas de subjetividad? ¿Qué hay de los creyentes que difieren de nosotros en las áreas donde la Palabra de Dios deja un margen? (Hay muchas áreas prácticas). No, Dios no me da carta blanca para separarme de otro cristiano fiel “por cualquier razón que yo ponga.” De hecho, prohíbe expresamente tal censura subjetiva causada por opiniones o preferencias diferentes. (Romanos 14 es de importancia particular en tales asuntos—véase la nota 2 en el epílogo).

Jesús mismo señalo esta censura subjetiva con Sus discípulos:

Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.” (Lucas 9:49-50)

Aquí la respuesta de Jesús es tan enérgica, tan misericordiosa y tan concluyente—que me sorprende que no nos estremezca más y nos prohíba que condenemos o calumniemos a otros cristianos por asuntos de preferencia.

Esta es la esencia de mi lucha con la separación subjetiva. No veo instrucción en la Palabra de Dios que apoye la división de los creyentes por “disputas dudosas.” No veo escritura que me dé la autoridad de condenar y “menospreciar” a otros seguidores de Jesús (que está siguiendo su consciencia) simplemente a causa de un método ligeramente discrepante o por un asunto que no me es familiar.

Hoy en día segmentos de Cristianismo ampliamente astillados se están astillando cada vez más, pero las “razones” para astillarse no llegan a ser asuntos bíblicos sustantivos o asuntos pecaminosos flagrantes y claros. Las razones son puramente subjetivas, personales, preferenciales y a menudo minúsculas e insignificantes. Algunas veces las razones son puramente institucionales—“soy de Pablo; soy de Apolos.” (1 Corintios 3 llama a esto cosas “carnales.”)

¿Por qué algunos cristianos se obsesionan por asuntos por los cuales la Biblia no se obsesiona? ¿A dónde se ha ido nuestro discernimiento? ¿Qué le ha pasado a nuestra discreción y espíritu de cooperación y ánimo?

¿No somos “colaboradores de Dios”? (1 Corintios 3:9). En el mejor de los casos, ¿no se nos manda “no prohibir” y no “menospreciar” a aquellos que están predicando fielmente y enseñando la verdad de Dios? ¿En verdad somos los enemigos de aquellos que, según su consciencia, viven vidas distintas y declaran el Evangelio a la cultura en la que ministran? ¿No se nos dan claras directivas bíblicas para dejar un margen, gracia, paciencia y deferencia en los asuntos subjetivos de consciencia?

La separación bíblica no es separación subjetiva. La separación subjetiva es dañina para el ministerio del Evangelio porque pone al hermano en contra del hermano en debates basados en la opinión (contiendas sobre opiniones) y peleas inútiles.

La instrucción de Pablo a Tito es esta: “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo.” (Tito 3:9-10)

Es simple—evite las cuestiones necias y los debates conductuales que varían de cultura en cultura (como la judía y la griega) y párese por la verdad y en contra de la herejía. Evite las divisiones por debates nada provechosos. Sea valiente rechazando la herejía doctrinal. ¿Puede Dios ser más claro?

¿Cuáles son las diferencias entre la separación bíblica y subjetiva?

– Separación subjetiva = Separarse de la persona para ir a mí.

– Separación bíblica = Separarse del pecado/error para ir a Dios.

– Separación subjetiva = ¿Cómo me siento con respecto a usted?

– Separación bíblica = ¿Qué dice Dios claramente sobre la verdad?

– Separación subjetiva = Usted debería seguir mi consciencia.

– Separación bíblica = Usted debería seguir su consciencia.

– Separación subjetiva = Usted me responde a mí.

– Separación bíblica = Usted le responde a Dios.

– Separación subjetiva = Yo soy el estándar.

– Separación bíblica = Jesús es el estándar.

– Separación subjetiva = Si usted es “como yo,” entonces yo le acepto.

– Separación bíblica = Si Jesús le acepta, entonces yo le acepto.

Mi lucha con la separación subjetiva se debe a que simplemente es subjetiva. Sus límites son movibles y a menudo sólo tienen sentido para el que los hace—y para aquellos que son sus componentes/grupo/comunidad/cultura/región/etc. En otras palabras, a menudo la subjetividad está cimentada y fijada dentro de la burbuja local y el grupo ve su preferencia como objetiva—como “el no comer carne” tenía sentido para un judío del primer siglo, pero que fue completamente extraño para un creyente gentil recientemente salvo.

Las personas ajenas a una región/cultura/grupo/comunidad particular pueden ver la subjetividad con mayor claridad porque no están vinculadas a ella de manera emocional o relacional. Tristemente muy a menudo los cristianos que son fieles y amantes de la verdad que no se identifican con la preferencia particular de la cultura de otro son “menospreciados” o peor aún—son calumniados y atacados por otros cristianos fieles. (Véase la nota 3 en el epílogo considerando 2 Corintios 6:17).

Ocasionalmente experimento esto. Las personas más críticas, dañinas y calumniadoras de los esfuerzos evangélicos de Emmanuel en Nueva Inglaterra, irónica y sorpresivamente, no son los sectarios o los partidarios del laicismo. (Y no están felices con que el Evangelio esté vivo y bien vivo en Nueva Inglaterra.) Sorprendentemente, las voces más dañinas y abiertamente calumniadoras han venido de otros cristianos y especialmente de líderes cristianos. Esto me deja perplejo—especialmente el ver cuán a menudo su naturaleza es categóricamente falsa o intencionalmente distorsionada y cuán pocas personas de hecho llegan a simplemente preguntar.

Un pastor y líder sabio me dio un tremendo consejo hace cinco años, consejo transmitido a él de parte de Lester Roloff. El citó al Dr. Roloff: “Nunca dejes que las opiniones de otros tengan secuestrado tu ministerio.” Cuando le pregunté a lo que se refería el Dr. Roloff, este pastor dijo, “Serás conducido por Dios para hacer cosas diferentes en Nueva Inglaterra a las que ellos hayan hecho previamente. Eso está bien. Sigue la dirección de Dios y no permitas que las críticas de los hombres te secuestren para no obedecer la dirección de Dios para tu ministerio.” Aprecié este gran consejo y aprecié más la creencia y confianza que él tenía porque no había forma en que yo iba a exponer al peligro la verdad bíblica.

Por esa razón la calumnia no consume mi tiempo o energía emocional. Pero sí me sorprende. Al mismo tiempo me abruma que como líderes cristianos podemos ser carnales o comparativos. Este comportamiento inseguro y conducido políticamente ahuyenta tanto a incrédulos como a nuestros propios hijos.

Mientras que el mundo se derrite alrededor de nosotros y millones de personas permanecen sin el Evangelio—¿cómo podemos tener tiempo, margen, energía y deseo de criticar y calumniar a otros cristianos fieles? ¿Cómo podemos proyectar un Evangelio contencioso al mundo perdido? Este comportamiento me es desconcertante, especialmente cuando vemos grupos de creyentes bíblicos astillándose, fracturándose y dividiéndose para ser cada vez más pequeños—a causa de temas que cada vez tienen menos sentido. “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.” (Gálatas 5:15)

Ver que la separación subjetiva se desdobla entre aquellos que tienen una doctrina fuerte es triste y desalentador para muchos que desean combatir por la fe del Evangelio. (Filipenses 1:27)

La separación subjetiva es política. De hecho nunca se trata de la doctrina. De hecho nunca se trata de los asuntos de consecuencia bíblica. Usualmente se trata de un electorado. Se trata de bajar a otro para ponerme encima. Se trata de marginar a otro para que yo suba. Se trata de dividir círculos pequeños para convertirlos en círculos más pequeños—acentuando excesivamente las diferencias sutiles con el fin de incrementar el control o la influencia dentro de “mi esfera.” Se trata de hacer que yo sea el estándar por el cual todos los otros sean medidos.

Le invito a que sea un cristiano discerniente, fundado y que abrace la Biblia—que abrace la separación bíblica pero que rechace la separación subjetiva. Sepa lo que la Biblia enseña y párese por ello. Pero sepa también lo que la Biblia no enseña y no fuerce los temas extra bíblicos en la Palabra de Dios y en el pueblo de Dios. La honestidad intelectual debería ser un hito del Cristianismo bíblico.

No permita que su corazón o actitud sea sesgada hacia otros creyentes fieles y fundados bíblicamente. Rechace mentir, calumniar o conjeturar sobre una iglesia o cristiano acerca de asuntos de consciencia o métodos que simplemente son nuevos para su paradigma, preferencia o experiencia.

Para muchos la separación subjetiva está matando el corazón del ministerio cristiano. Las familias de la iglesia de hoy y los líderes cristianos, más que nunca, necesitan ver a cristianos que sean fundados, fuertes, informados teológicamente; pero que también sean discernientes, misericordiosos y que “combatan unánimes” con otros cristianos creyentes de la Biblia.

Que Dios nos dé un descenso dramático en la separación subjetiva, así como un fundamento enorme de distinción bíblica y del avance del Evangelio en una cultura norteamericana cada vez más secular y pagana.

Escrito por Cary Schmidt

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