En por lo menos cuatro ocasiones al reunirse con sus discípulos, les dijo que salieran a realizar su obra. Se lo men- cionó por primera veza los discípulos, con la excepción de Tomás, en esa primera noche de Pascua, cuando estaban reunidos en el aposento alto. Después de que Jesús hubo mostrado a los sorprendidos discípulos las señales de los clavos en las manos y los pies (Luc. 24:38-40), y de que hubo compartido la comida con ellos (Luc. 24:41-43), les dijo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn. 20:21). Luego Jesús les garantizó una vez más la promesa y la autoridad del Espíritu Santo para realizar la obra. – página 74
Es evidente que Jesús no dejó la obra de evangelización sujeta a impresiones o conveniencias humanas. Para los discípulos fue un mandato concreto, captado por instinto al comienzo de su condición de discípulos, pero luego aclarado progresivamente en su pensamiento a medida que seguían a Jesús, y por fin especificado en términos nada confusos. Nadie que siguiera de continuo a Jesús podía eludir esta conclusión. Así fue entonces; así es hoy. Los discípulos cristianos son hombres enviados: enviados para la misma labor de evangelización mundial para la que fue enviado el Señor y por la que dio la vida. La evangelización no es un accesorio optativo de nuestra vida. Es el palpitar de todo lo que hemos sido llamados a ser y hacer. Es la comisión de la iglesia que da significado a todo lo demás que se emprende en el nombre de Cristo. Con este propósito bien claro, todo 10 que se dice y hace cumple en forma gloriosa el propósito redentor de Dios instituciones educativas, programas sociales, hospitales, reuniones de ·la iglesia, de la clase que sean- todo lo que se hace en el nombre de Cristo tiene justificación en el cumplimiento de esta misión. – página 75
No importaba lo pequeño que fuera el grupo con el que iba a comenzar, siempre que reprodujeran y enseñaran a sus respectivos discípulos a reproducir. Esta era la forma en que su iglesia iba a triunfar: por medio de las vidas dedicadas de aquellos que conocían también al Salvador, que su Espíritu y método los constreñía a hablar a otros. Por sencillo que parezca, esta era la forma en que el evangelio triunfaría. No tenía otro plan. – página 88
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