Es un hecho que la lectura es un aspecto vital en la preparación de mensajes, en la vida del pastor, además de contribuir a su edificación personal y ayudarlo frente a preguntas y situaciones de consejería personal.
Quisiera contestar a dos preguntas en este artículo. La primera de ellas es ¿por qué la descuidamos, si es tan importante?. La segunda es ¿cómo hacerlo para sacarle el máximo de provecho?
La respuesta a la primera pregunta tiene muchas posibles explicaciones. ¿Pereza? ¿Falta de organización y planificación? ¿No la consideramos tan esencial? Es un hecho que, mientras menos leemos, quedamos en desventaja en determinadas situaciones: problemas que enfrentamos, inspiración, ideas frescas. Mientras que no veamos su importancia, no le daremos espacio en nuestra agenda diaria, no nos forzaremos a tomar notas, a hacer preguntas, a subrayar y meditar en lo leído.
Es momento de hacer a un lado cualquier excusa, y tomar le determinación de concluir un libro sobre un tema que nos sea apremiante: homilética, liderazgo, vida espiritual, teología, familia…¡la lista es interminable! Empiece con uno, y acábelo. No necesita leer 4 en un mes, pero por lo menos puede leer uno, dominarlo y aplicarlo a cada situación que lo requiera, en ese mismo mes.
“Dominad los libros que tengáis. Leedlos con la mayor atención. Bañaos en ellos hasta que os saturen. Leedlos y releedlos, masticadlos, rumiadlos y digeridlos. Haced que formen parte de vuestro ser. Examinad un buen libro varias veces, tomad notas y analizadlo. Un estudiante hallará que su constitución mental se afecta más por un libro que ha llegado a dominar, que por veinte que haya visto a la ligera, lamiéndolos, por decirlo así…La poca erudición y la mucha fatuidad vienen del estudio poco concienzudo de los libros”, (C.H. Spurgeon, “Discursos a mis Estudiantes”, Casa Bautista de Publicaciones, página 322).
Mortimer Adler, sobre la importancia de leer, escribe: “La mente se puede atrofiar, como los músculos, si no se usa…Y éste es un castigo terrible, porque hay evidencias de que la atrofia de la mente es una enfermedad mortal. No parece haber otra explicación para el hecho de que tanta gente ocupada muera tan pronto después de jubilarse…La televisión, la radio y todas las fuentes de diversión e información que nos rodean en nuestra vida diaria son…puntales artificiales. Nos pueden dar la impresión de que nuestra mente está activa, porque nos exigen que reaccionemos ante los estímulos que nos vienen del exterior. Sin embargo, el poder de estos estímulos externos para mantenernos vivos es limitado. Son como las drogas. Nos acostumbramos a ellas, y continuamente las necesitamos en cantidades cada vez mayores. Al final, tiene poco efecto, o ninguno” (Mortimer Adler,
How to Read a Book, páginas 345-346).
La respuesta a la pregunta ¿cómo hacerlo? va a requerir de parte de nosotros un método acorde a nuestro horario y personalidad. Sin duda, subrayar y tomar notas, leer y pensar en preguntas que podría responder con el tema que leemos, entre otras cosas, pueden ser algunas de las cosas que podemos hacer para retener el máximo de información.
James Emery White, en su libro “Una mente para Dios”, cita a Wise Bauer para darnos las siguientes sugerencias:
- La mañana es mejor que la noche (¿por qué luchar con la fatiga?).
- Comenzar con algo breve (como con el ejercicio físico, camine hasta estar en forma, empiece con no más de treinta minutos por día).
- No planifique leer todos los días de la semana (propóngase cuatro días, dejándose días libres para las interrupciones inevitables de la vida).
- Nunca revise el correo electrónico antes de comenzar a leer (si usted tiene correo electrónico, sabe de qué forma éste distrae la mente y domina el tiempo).
- Proteja el tiempo de lectura (establézcalo, guárdelo, protéjalo); y tome el primer paso ahora.
“Y yo agregaría tres más a su lista…no intente leer un libro, en particular uno importante, en un contexto de caos. La música estridente, los niños corriendo como locos y levantarse para contestar el teléfono, tales distracciones son insuperables. Para proteger la lectura no es suficiente con dejar tiempo de lado; debe protegerse su calidad.
“Segundo, no se desanime si lee en forma lenta y obtiene como resultados sólo unos pocos libros por año. Mientras más lea, más rápido leerá. Lo mismo ocurre con la comprensión…
“Finalmente, la lectura sirve para conocer cómo debe leerse cada libro. No pueden considerarse todos los libros como un viaje de tapa a tapa. Hace mucho Francis Bacon dio este consejo sabio: ‘Algunos libros son para gustar, otros para tragar, y algunos pocos para masticar y digerir’. Leer cada libro hasta el grado que lo merece, y nada más”, (“Una mente para Dios”, James Emery White, páginas 94-95).
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