PONER NUESTRAS VIDAS
El libro de Efesios nos enseña con toda claridad que con la misma ternura que Cristo manifiesta su amor por la novia, la iglesia, así también nosotros debemos amar y servir a nuestras esposas. La revelación de esta enseñanza y también una gran verdad se expone cuando dice que él “se entregó a sí mismo” por la iglesia. Es a causa de lo que leemos del ejemplo de nuestro Señor y por medio de nuestra propia experiencia con él que aprendemos a conocer sus métodos. ¡Señor, por favor, ayúdanos a ser como tú, para que aprendamos a ser así para con nuestras amadas esposas! Muchas veces esto quiere decir que en ocasiones vamos a tener que ofrecerle una sonrisa a nuestras esposas a pesar de que sepamos que hay algunas faltas en sus vidas. ¿Acaso ellas no han hecho lo mismo tantas veces?
Nosotros debemos convertirnos en esposos que aprendamos a conocer a nuestras esposas en una forma tan íntima de manera que seamos capaces de discernir sus necesidades así como también saber cuánto ella puede soportar.
La Biblia declara que un hombre no está calificado para ser parte del ministerio del evangelio si él no está experimentando un ministerio efectivo para con su esposa. De hecho, el ministerio que consiste en cuanto a lavar con la Palabra, animar, enseñar y discipular a la esposa es lo que prepara al esposo para ocupar el cargo de la predicación de la Palabra de Dios en la congregación. El líder de la iglesia debe tener una esposa santificada, pues eso indica que él ha podido ministrar a su esposa y es así que él ya está preparado para discipular a los miembros de la iglesia.
Existen muchas maneras de cómo el esposo pude ministrar a su esposa. A continuación veamos algunas de ellas:
PUNTOS PRÁCTICOS PARA MINISTRAR A LA ESPOSA
COMPRENDE LO QUE SIGNIFICA LA PODEROSA EMOCIÓN DE AMOR
Es necesario tener una definición clara acerca de este primer punto, ya que los demás están estrechamente relacionados con el mismo. Existe una gran diferencia entre las acciones del amor y la emoción de amor. Lo ideal sería que todas las acciones del amor provengan de la emoción del amor. Es por eso que se ha decidido comenzar con la explicación de este tema tan importante para luego desarrollar lo demás.
Pues bien, el amor es una fuerza que prácticamente es imposible de describir y que obra en el hombre para producir todo lo que describiremos a continuación. Cristo no murió para efectuar un simple acto de obediencia, sino que el amor le constriñó a tal punto que dio su vida por la nuestra. No conocemos otra cosa que sea más eficaz para hacer que una esposa irradie de gloria que no sea únicamente por medio del amor. Nos referimos a un amor genuino que es capaz de involucrar a la pareja en el compromiso que tiene el uno con el otro y en la emoción misma de amar. No debemos separar el compromiso que tiene cada cónyuge con la emoción misma de amar y viceversa. Cada factor tiene mucho que ver con la relación del matrimonio santo, y ambos forman parte del amor verdadero del esposo para con la esposa.
SÉ UN CONOCEDOR DE TU ESPOSA
Tal y como lo expliqué al principio de esta parte, yo estoy completamente seguro que este punto se desprende de lo que acabamos de ver en el punto anterior. Cuando un esposo ama verdaderamente a su esposa entonces deseará con todo su corazón conocerla mucho más, aprender a comprenderla, y siempre tendrá una actitud de consideración hacia ella.
Muchas veces oímos a hombres que se refieren a las mujeres con frases tales como: “¡Mujeres! ¿Quién las puede comprender?” Tales expresiones surgen de un corazón necio. Además, yo pienso que estos hombres revelan su propia ignorancia a cerca del propósito de Dios al haber creado a las mujeres. Yo estoy seguro que cuando tú aprendas a comprender esas diferencias entre tú y tu esposa de manera positiva, entonces la relación con ella puede mejorar. Es sabio y muy bíblico que tú aprendas a encontrar gozo al interactuar con esas cualidades únicas que tiene tu esposa.
(Extracto del libro “La búsqueda de una descendencia para Dios”, Denny Kenaston, págs. 391-407, Literatura Monte Sion). Artículo preparado por Miguel Murillo.
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