Razones de su Fracaso
1.- Les Faltó Fe. Cristo les contesta: “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar?” (v. 41). Cristo los llama incrédulos. Sea cual fuere la causa de ellos, no tenían la fe necesaria para este milagro en particular.
Nosotros como pastores podemos identificarnos. Casi todo problema en la congregación llega tarde o temprano a nuestra atención. Vemos divorcio, fracaso moral y conflictos de personalidad. Bajo el peso de tales desalientos, es fácil albergar dudas.
Si el poder de Cristo es tan grande, ¿por qué no restaura Él este matrimonio? ¿Por qué Él no…? En ese punto estamos al borde de quedar como paralíticos espirituales, incapaces de cumplir nuestro llamado. Sin fe no tenemos poder.
Sabemos lo desalentador que puede ser cuando nada sucede como fue planeado, cuando nuestra familia está siendo atacada por Satanás, y cuando los miembros de la iglesia se vuelven contra nosotros. Cuando nuestra confianza en Dios se estropea, somos vulnerables al fracaso. Cristo llamó a sus discípulos “Una Generación Incrédula”
2.- Les Faltó Disciplina. En el pasaje paralelo de Mateo 17, los discípulos le preguntaron a Cristo por qué no habían podido echar fuera al demonio y Él contestó: “Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que, si tuvieses fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20). Luego Cristo añadió: “Pero este género no sale sino con oración y ayuno” (v.21).
¡Oración y ayuno! La autoridad de los discípulos no era automática. Solamente porque hubieran expulsado demonios en el pasado no significa que podían contar incondicionalmente con tal autoridad en el futuro. Su llamado habría sido renovado mediante oración y ayuno fervientes.
Es posible que hubieran estado demasiado ocupados para tener un tiempo de refrigerio espiritual. Puede ser que hubieran empezado a base de sus propias historias de éxito y a creer que estaban demasiados ocupado para volver a los rudimentos.
Sin DISCIPLINA, nuestra capacidad para operar espiritualmente está en grave peligro.
3.- Les faltó Humildad. Hicieron una pregunta que escuchamos repetidas veces en nuestros días: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (Lucas 9:46) ¿’ ¿Quién tiene la iglesia más grande, la mejor escuela dominical? ¿Quién es el predicador más importante, el escritor más influyente?
Estas preguntas ponen al descubierto un sentido carnal de comparación. En una noche oscura podemos discutir acerca de cuál es la estrella más brillante, pero cuando sale el sol ya no pueden ver las diferencias, todas las estrellas se desvanecen ante su brillo.
Cuando dejamos de compararnos entre nosotros y nos comparamos con Cristo, descubrimos que no hay mucha diferencia entre nosotros.
El orgullo de los discípulos condujo también a un espíritu de crítica destructiva. Ellos trataron de impedir que otra persona expulsara demonios en el nombre de Cristo (Lucas 9:49). Esta persona estaba teniendo éxito precisamente en el ministerio donde ellos habían fracasado. Al igual que nosotros, tendían a sospechar de aquellos que triunfan en una labor con la que ellos tenían dificultades.
Muchas veces Dios utiliza personas que no están de acuerdo conmigo. Mi orgullo me ha impedido en ocasiones de gozarme en el éxito de ellos. Cuando seamos humildes, nos vamos a gozar por el éxito de los demás y daremos el crédito a Dios por cualquier éxito pequeño que podamos tener.
No podemos dar por sentado que tenemos la autoridad. Para tener la victoria se necesita mucho más que simplemente utilizar el nombre de Jesús. Sin devoción y disciplina, nos vamos a dar cuenta de que no podemos realizar el ministerio.
Las Razones de nuestro Fracaso
Queremos ver en nuestros ministerios, en nuestras iglesias demostraciones del poder de Cristo. Queremos ver drogadictos convertidos y matrimonios salvados, queremos escuchar canciones entonadas con gozo y la Palabra predicada con poder. Pero a menos que tengamos fe, disciplina y humildad, no estaremos en capacidad de cumplir nuestro llamado.
Diremos a esta montaña: “Arrójate al mar”, pero no se moverá ni un centímetro. Sabemos que fuimos llamados, pero nuestra autoridad se ha esfumado. Hemos fracasado en la obra de Dios.
Es posible que el pastor que tiene planes de convertirse en un vendedor (el caso que vimos en la primera parte de este artículo):
- No haya sido llamado por Dios.
- Tal vez está en la iglesia equivocada.
- Y también es factible que esté en la voluntad de Dios, pero se encuentre pasando por un desierto y tan sólo necesita que alguien lo anime y le haga saber que sí lo aprecian.
- Quizás ha dado por sentado su llamado y ha comenzado a vivir con base en substitutos, puede ser que ha perdido su autoridad, pero no su llamado. Por eso es que las montañas no se mueven.
He aprendido que cuando no puedo ejercer mi autoridad para ministrar, es porque Dios me está llamando a los rudimentos. Fe, Disciplina y Humildad, ellas pueden colocarnos de nuevo en el lugar de la bendición. Aún los discípulos comisionados fracasan cuando dan por sentado su llamado.
(Tomado y adaptado del Libro “De Pastor a Pastor” de Erwin Lutzer)
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