En el mundo tendréis aflicción. Juan 16:33
Oh creyente, ¿te has preguntando alguna vez la razón de esto? Mira hacia arriba, a tu Padre Celestial, y contémplalo tal cual es, en Su pureza y Su santidad. ¿Sabes que un día serás como Él es? ¿Serás fácilmente conforme a Su imagen?
¿No requieres, más bien, pasar por el crisol de la aflicción con el fin de purificarte? ¿Será fácil cosa deshacerse de tu corrupción, y hacerte perfecto así «como tu Padre que está en los cielos es perfecto»?
Luego, oh cristiano, torna tus ojos hacia abajo. ¿Sabes cuáles enemigos se encuentran debajo de tus pies? Tú, una vez, eras un siervo de Satanás, y ningún rey está dispuesto a perder sus súbditos.
¿Crees que Satanás te dejará en paz? No, él estará siempre detrás de ti, «porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.» Por tanto, cristiano, espera aflicciones cuando mires debajo de ti.
Ahora mira alrededor de ti. ¿Dónde estás? Estás en un país enemigo; eres un peregrino y un advenedizo. El mundo no es amigo tuyo. Si lo fuese, entonces no serías amigo de Dios, porque «cualquiera que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.»
Ten por cierto que hallarás enemigos por todas partes. Cuando duermas, recuerda que estás descansando en el campo de batalla; cuando andas, sospecha que hay una emboscada en cada esquina. Como mismo los mosquitos se dice que pican más a los extranjeros que a los nativos, así también las aflicciones de la tierra serán más severas para ti.
Por último, mira dentro de ti, en tu propio corazón, y observa qué hay. El pecado y el yo todavía están allí.
Incluso si no existiera el demonio para tentarte, ni enemigos para luchar contra ti, y el mundo no buscara engañarte, aún encontrarías en ti mismo suficiente maldad para provocarte dolorosas aflicciones, porque «engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso.»
Espera, pues, aflicciones, pero no te desalientes por eso, pues Dios está contigo para ayudarte y fortalecerte. Él ha dicho: «Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú Me honrarás.»
del libro Mañana y Tarde por Charles Spurgeon
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