Muchos piensan que quien debe bautizar debe ser el ministro. Algunas veces esta conclusión nace a partir de un clericalismo erróneo, con una suposición parecida a la católica-romana sobre el estatus que se le da a alguien que es ordenado. Otros creen que simplemente no interesa quién bautice. Otros piensan que debe ser la persona que condujo al incrédulo al Señor, otros que podría ser cualquier pastor que es parte del personal. Otros piensan un anciano debería realizarlo. Un bautista connotado—John Smyth—¡incluso se bautizó a sí mismo!
¿Quién debería realizar el bautismo hoy en día? Ninguna de las respuestas mencionadas anteriormente son requeridas en el testimonio bíblico. Tampoco hay alguna instrucción explícita o ejemplo que la Biblia enseñe que muestre que un administrador en particular es esencial para realizar un bautismo verdadero y válido. Ni Jesús ni Pablo bautizaron como para mostrar que era parte central de sus ministerios (véase Juan 4:2; 1 Co. 1:14).
Habiendo dicho eso, normalmente es prudente hacer que la persona que realice el bautismo sea alguien que represente bien a toda la congregación como un todo. El pastor principal, el ministro de predicación, o algún otro anciano reconocido por la congregación obviamente parece actuar en nombre de la congregación como un todo y a su vez en nombre del Señor cuando realiza el bautismo.
Thomas R. Schreiner and Shawn D. Wright, Believer’s Baptism: Sign of the New Covenant in Christ (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2006), 330–331.
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