En el ministerio habrá muchas situaciones que nos causen amargura, enojo, desánimo, odio, o deseo de abandonarlo. He pasado por situaciones en las que he contemplado el hecho de dejar el ministerio, he pasado por momentos de amargura, desánimo, etc. He llegado a pensar que “si el ministerio es así, prefiero trabajar en otra cosa”. A nadie le gusta pasar por situaciones negativas, pero ciertamente las viviremos. Aunque este parte no da la solución a este hecho, pero ciertamente será de mucha ayuda a quien aplique los principios abajo mencionados:
1 El diablo es el enemigo verdadero
Aunque sabemos esto, muchas veces olvidamos lo que Dios dijo de Satanás: “pues no ignoramos sus maquinaciones” (II Corintios 2:11). Si la lucha no es contra carne ni sangre (Efesios 6:12), entonces tenemos que sacar nuestra mirada de situaciones que provengan de carne y sangre. El diablo usa el chisme de los hermanos, de otros pastores, los desacuerdos, las diferencias para hacernos querer dejar el ministerio u odiar a otros. Pero el verdadero enemigo y problema es el diablo ya que es él quien se alegra cuando dejamos de hablar con otros, cuando hablamos mal de otros, cuando nos desanimamos y deseamos dejar el ministerio.
2 Los problemas nos distraen de nuestras prioridades
¿Cuál es el propósito de la Iglesia? ¿Cuál es el propósito del obrero de Dios?
Aunque expresemos de diferentes maneras las prioridades mas importantes en la obra del Señor, creo que todos podemos estar de acuerdo que el ganar almas y preparar nuevos obreros para la obra son unas de las prioridades más importantes en la obra. Cuando me enfoco en mis problemas, abandono todas estas prioridades pensando más en mí, en mis problemas, en el por qué está todo mal, etc. Mis ojos abandonan lo celestial y empiezan a enfocarse en lo terrenal. Dios quiere que Sus obreros tengan sus ojos puestos en lo de arriba (Colosenses 3:1-3)… es arriba donde debemos mirar para estar animados, alentados, dirigidos y así poner en orden las prioridades de la vida y el ministerio.
3 No podemos controlar los problemas pero si podemos controlar nuestra reacción a los problemas
Dios permite los problemas en la vida, no para destruirnos sino para ayudarnos de una manera u otra. No entendemos y quizá nunca entendamos el porque suceden algunas cosas, pero si podemos entender que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). La dificultad no es el predicarlo, ¡sino el vivirlo!
Si Dios hace todo para mi bien y lo sabe todo, por lo tanto puedo confiar que él estará a mi lado y me ayudará. Hay situaciones en la vida que no gustan, pero no tengo el control de ellas… más si tengo el control de como voy a reaccionar a esas situaciones. En las historias bíblicas vemos hombres como Job, hombres que fueron golpeados por la vida, y que no pudieron controlar lo que les sucedía, pero si pudieron controlar sus reacciones a esos sucesos.
Nadie desea tener problemas en el ministerio, pero los problemas son inevitables. Teniendo en cuenta que no podemos controlar los problemas, busquemos que Dios nos ayude a controlar nuestra reacción a los problemas. Pidámosle a Dios que nos ayude a entender que Él está encargado y nada pasa sin Su permiso… y procuremos que nuestras reacciones a los problemas no nos alejen de Dios sino que nos acerquen más a Él.
Aveces los problemas vienen a traves de la crítica.
0 Comments