Por Todd Gaddis
En casi tres décadas de ser pastor no he conocido personas que sean más apaleadas y atormentadas que los pastores. Hay miles que dejan el ministerio por año. Raras veces transcurre una semana en la que no escuche de otro conflicto en una iglesia o alguna interrupción forzada.
Las estadísticas respaldan esta aseveración, un sondeo reciente reveló que el clero ha caído a una puntuación favorable de sólo el 42% de aquellos encuestados. Por lo menos todavía nos encontramos por encima de los lobbistas, vendedores de automóviles y congresistas.
A pesar del descenso y destino indeseable, sostengo que ser pastor es el mejor trabajo del mundo. Aquí presento diez razones.
- Me pagan por estudiar la Biblia y preparar mensajes.
Es obvio que el dinero no tiene nada que ver con la carrera que llevo. No obstante, estoy muy agradecido por poder ganarme la vida con algo que estaría haciendo aunque no estuviese en el ministerio vocacional a tiempo completo.
- Estamos tratando con asuntos de importancia eterna.
Como ministros, continuamente nos reunimos con personas en cruces que dirigen al cielo o al infierno. Es un privilegio y responsabilidad equipar a los santos en esta vida así como prepararlos para la venidera.
- Tenemos más oportunidades para el evangelismo.
Aunque me llena de alegría cuando laicos conducen a otros al Señor, nunca me canso de ser parte de la experiencia de salvación de alguien. De hecho tengo tal convicción y me pongo inquieto si pasa mucho tiempo entre esos encuentros.
- Tenemos un horario flexible.
De hecho nuestro tiempo muerto es limitado. Parece como si tuviésemos que estar “en el trabajo” las 24 horas del día los 7 días de la semana. No obstante, este esquema nos brinda más oportunidades para hacer diligencias, hacer trabajo en la casa, satisfacer las demandas familiares, etc.
- Obtenemos posibilidades de expansión en el ministerio.
Esta página web es un ejemplo perfecto. Además de los numerosos artículos, publicidad radial, columnas en periódicos, he publicado por mí mismo once libros desde el 2004, cosa que nunca habría sucedido si no hubiese sido pastor.
- Ministramos a personas en momentos importantes de sus vidas.
No es que me encanta pasar tiempo en funerales y en las salas de emergencia de los hospitales. No obstante, es estimulante relacionarse y ministrar a las personas cuando la vida realmente importa—nacimientos, bautismos, graduaciones, bodas, crisis familiares, enfermedades, funerales, etc.
- Llegamos a predicar.
Me sorprende la cantidad de personas que le tienen miedo a hablar en público. Disfruto grandemente captar la atención de la gente y presentar la Palabra, especialmente cuando sé que me he preparado y hablo con la unción y poder del Espíritu Santo.
- Tenemos más oportunidades de desarrollar disciplinas espirituales.
Ahora más que nunca siento la necesidad de modelar a Jesús que “se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lucas 5:16). El tiempo y los lugares están allí si ejerzo la disciplina y lo aprovecho.
- Tenemos una voz en la comunidad.
Después de estar 18 años en mi iglesia anterior llegué a ser ministro de la comunidad así como de la congregación. Esto abre puertas para los clubes cívicos, eventos locales, citas con la junta, eventos escolares y cosas semejantes.
- Podemos ir a viajes misioneros y tener otras opciones de viaje.
Por primera vez tuve la oportunidad de ir a Israel el año pasado con el grupo de un pastor. También he participado en numerosos viajes dentro de los Estados Unidos así como viajes misioneros internacionales, la mayoría de los cuales no podría haber realizado si no hubiese sido pastor y recibido la ayuda de la iglesia.
Después de graduarme como pastor en el año 1990 pensé que finalmente asumiría una posición en una denominación o en alguna otra organización extendida de la iglesia. Veintiocho años después eso no ha sucedido porque Dios quiere que esté donde estoy.
Hay días en que quiero tirar la toalla. Algunas veces parece como si todo fuese monótono y estuviese haciendo las cosas por costumbre. ¿Pero no ocurre lo mismo en cualquier trabajo? ¿Qué llamado podría ser más supremo que el predicar el Evangelio y pastorear al pueblo de Dios? Es el mejor trabajo del mundo.
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