Tu relación con otros con paciencia #2 por Jeffrey Bush

by | Abr 6, 2017 | Ministerio | 0 comments

Tu relación con otros con paciencia #2 por Jeffrey Bush

by | Abr 6, 2017 | Ministerio | 0 comments

Estamos en Deuda

Entendemos que cada hijo de Dios está en deuda al Dios Creador que mandó al Salvador y provee la salvación, pero deseo mostrar que también estamos en deuda con otras personas que nos enseñaron e invirtieron tiempo en nuestras vidas. Por ejemplo: Los que escribieron la Biblia, escribieron música, lucharon por libertad religiosa o por libertad de un país, por nuestros padres que nos criaron, personas que empezaron iglesias y los que predicaron a nuestras familias. Gracias a estas personas somos quienes somos Dios los usó para enseñarnos, influenciarnos y guiarnos. Somos quienes somos por la gracia de Dios y la ayuda de las personas que Dios puso en nuestras vidas. Veamos los ejemplos que encontramos en la Biblia:

  1. No habría un Josué sin la ayuda, enseñanza y guía de Moisés.
  2. Eliseo vio y siguió los pasos de Elías.
  3. Antes de José hubo un Jacob, y antes de Jacob hubo un Isaac. Es de bendición para nuestras vidas si nos damos cuenta que no somos productos de nuestra propia fuerza Dios usa y usó a otros para enseñarnos, ayudarnos e influenciarnos. Y teniendo en cuenta que hubo mucha gente que nos ayudó, sería de bendición agradecer a Dios y a las personas que tienen o tuvieron parte en ayudarnos. En lugar de pensar que las personas ya saben que estamos agradecidas por su ayuda, el decirlo, llamarlos o escribirlos lo manifestará. Pero no me quiero enfocar solo en el hecho que debemos darnos cuenta de que estamos en deuda con otros por su ayuda, también debemos recordar que hay otros que nos seguirán a nosotros. Hay mucha gente en la vida que seguirán nuestros pasos después de nosotros porque son nuestros hijos, porque son menores que nosotros, porque son nuevos creyentes, etc. Así como otros invirtieron en nuestras vidas, debemos también nosotros dejar un buen ejemplo para los que nos seguirán. Veamos algunas características que debemos tener para ser un buen ejemplo y ayudar a los que nos siguen:
  • Compartir el Evangelio

Los que nos siguen deben saber que tenemos el mismo amor que tiene nuestro Señor Jesucristo por las almas. Jesús vino para salvar y buscar a los perdidos (Lucas 19:10). Somos enviados a compartir el Evangelio (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15), pero debemos hacerlo con ganas. “El que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30) y los que nos siguen deben ver la importancia de compartir el Evangelio porque nuestras acciones hablan más fuerte que nuestras palabras.

  • Disfrutar el ministerio donde estoy

Hay una diferencia en trabajar y trabajar porque amo lo que hago. Es muy diferente si disfrutas el trabajo que haces o si simplemente trabajas para cumplir. Disfrutar el lugar en donde estás y trabajar no solo te ayudará a sentirte mejor, sino también mostrará a los que te siguen que el ministerio no es una carga.

  • Orar por los que nos siguen

Debemos orar con ellos y por ellos. Hay grandes avivamientos que empezaron por la oración y hay grandes victorias ganadas por la oración. La oración es algo que muchas veces olvidamos, pero es de suma importancia en nuestras vidas, iglesias y ministerios. Si vamos a dar un buen ejemplo a los que nos seguirán, así como recibimos de los que nos influenciaron y ayudaron, debemos ser serios y fervorosos en la oración.

  • Amar a la gente

El ejemplo de ejemplos, Cristo, amó a la gente. Cuando vemos a Cristo hablar fuerte o llamar a personas hipócritas, etc., casi siempre era en el contexto con los que se creían religiosos, no con la gente común. Cristo no alabó a los que pensaban que eran mejores que otros, en cambio a los humildes Él les tuvo compasión, comió con ellos y les amó. Y es este el ejemplo que debemos transmitir a los que nos siguen. Cuando amamos a la gente, los vemos diferentes y reaccionamos hacia ellos diferente. El amor de Dios debe ser manifestado en la vida y ministerio de los hijos de Dios. Los que nos siguen deben ver que no simplemente trabamos con personas, sino que amamos a las personas con quienes trabajamos. Si nos damos cuenta que estamos en deuda con Dios, estoy convencido que trabajaríamos con fervor. Asimismo, si nos damos cuenta que estamos en deuda con las personas que Dios ha usado en nuestras vidas, seríamos agradecidos y anhelaríamos dejar un buen ejemplo a los que nos seguirán.

El Disgusto de Confrontar

Habrá momentos en la vida de cada obrero de Dios que tendrá que confrontar situaciones, ya sean problemas o a personas. A algunos no les cuesta ser directos o confrontar problemas o a personas. El confrontar es contra mi personalidad, pero he tenido que aprender a hacerlo para el bien de los demás. Es cierto que el cristiano debe aprender a morir a sí mismo y no tomar las cosas tan personales, pero como obrero de Dios, habrá momentos para confrontar la situación en lugar de ignorarla. Es mucho más fácil ignorar algo en vez de confrontar, pero si el Señor te pone en una posición de liderazgo, una de tus responsabilidades principales es el bienestar de la iglesia o ministerio en la que estás sirviendo. Para el bien de las personas involucradas, el bien de la iglesia y tu propio bien, es importante confrontar (ya sean problemas, situaciones, acusaciones, críticas o personas problemáticas) antes que esta situación crezca y haga mucho daño. La meta de esta sección es dar ideas o ayuda si es que tienes que confrontar algo.

  • Orar

Antes de hablar con la persona y confrontar el problema, es importante orar solo y pedir a Dios que te guíe, prepare tu corazón y el corazón de la(s) persona(s) involucrada(s). Si Dios “prepara el terreno”, siempre es más fácil hacer el trabajo. Nunca debemos tratar de solucionar el problema antes de hablar con Dios primero. Luego de orar y cuando se da la ocasión para poder hablar con la persona, es muy sabio empezar la misma charla en oración. Es importante que la persona involucrada sepa que es tu deseo que Dios guíe y ayude en la conversación.

  • Decidir solo hablar si amas a la persona

Dios nos manda a amar a nuestro prójimo. Como un obrero de Dios, nunca debemos confrontar a la persona si es que no la amas. Será muy diferente si confrontamos una situación amando a la persona involucrada. El problema con muchas confrontaciones es que vemos a la persona como un problema o un número más, pero la persona es un alma por quien Cristo murió, es mi hermano/a y, en la obra de Dios, es mi responsabilidad cuidarla, guiarla y ayudarla.

  • Escoger el lugar adecuado

En una oportunidad, hablé con una persona en un lugar público y cuando la persona reaccionó mal, no quise continuar el lugar no era el adecuado. Busca habla en una oficina, una sala vacía en la iglesia o simplemente sentados en el templo cuando todos se hayan retirado.

  • Tener un testigo presente

Aunque necesitamos tener cuidado de que no parezca que estamos en grupo para atacarle, he aprendido por experiencia que tener un testigo es de mucha ayuda. No porque pueda haber una pelea sino porque si la otra persona se enoja y se va, puede decir que le trataste mal… más si hubo un testigo, son dos personas que saben de la situación.

  • Empezar con preguntas y no con acusaciones

Pregúntale a la persona si hay algo que tú puedas hacer para ayudarle. Después pregúntale y pídele que explique la situación. Si preguntas, sabrás toda la historia y no solo lo que escuchaste o lo que piensas. Si preguntas, es posible que la persona con quien estés hablando no es la persona problemática o no está solo o no es como se te ha dicho. Asimismo, si no hablaste personalmente con él, aunque pienses que tienes suficientes pruebas, no lo puedes acusar. Es mejor preguntar y permitir a la otra persona explicar lo que está sucediendo.

  • No atacar a la personas sino confrontar el problema

Aun si sabes muy bien que tienes a la persona adecuada y la persona es culpable, recuerda que tu meta es solucionar el problema, no destruir a la persona.

  • El deseo es resolver y/o restaurar

Si la persona ha pecado u otra ha pecado, deseamos restaurar a los que pecaron, puesto que las personas no son trapos que se pueden tirar, sino son almas por las cuales Cristo murió. Si necesitan ser disciplinados (sea públicamente o en privado), ayúdales a ser restaurados. No estoy diciendo que ignores la situación, puesto que hay que corregirla, pero se puede ayudar a los involucrados y a él o a los que tienen que ser restaurados.

  • Tener un plan de acción

Antes de finalizar la charla, es importante tener un plan de acción. Es bueno hacerte preguntas como: ¿Qué debe hacer la persona? ¿Cómo puedes tú o como puede la persona resolver este problema, pecado o malentendido? Suena simple, pero si terminas la reunión sin tener un plan de lo que vas a hacer, en sí la charla fue en vano. Hay momentos para dejar pasar por alto ciertas cosas y hay otros momentos para confrontar una situación. Sabiendo que eres responsable por lo que sucede en tu ministerio, pide a Dios sabiduría para confrontar lo necesario, habla en amor y cuida el ministerio que Dios te dio con celo y amor.

Del libro La Quimica del Ministerio 

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